lunes, 13 de julio de 2009

La salud, antes que el tamaño


«La clave en el siglo XXI será la salud de la iglesia, no el crecimiento.» Esta afirmación la ha expresado el pastor y fundador de Saddleback Valley Community, una gigantesca congregación fundada en 1980. Este artículo es una entrevista realizada a este pastor, Rick Warren, también autor de Una vida con propósito y Una iglesia con propósito.

Una plática con Rick Warren

Rick Warren es pastor de Saddleback Valley Community, una gigantesca congregación que él fundó en 1980, en el condado de Orange, California. Es además autor de dos libros que han impactado profundamente la iglesia: Una vida con propósito y Una iglesia con propósito. También es considerado por muchos como un importante referente en el tema del crecimiento de la iglesia y a pesar de esto, él mismo afirma que «la clave en el siglo XXI será la salud de la iglesia, no el crecimiento».

La siguiente es una entrevista realizada a Rick Warren en la cual ofreció algunas de sus opiniones:

¿Por qué dice usted que la salud debe ser la orientación en el ministerio de los pastores?

Porque el tema no pasa por tamaño. Una iglesia puede ser grande y saludable, o grande y enfermiza; pequeña y sana o pequeña y debilucha. Por eso digo que no es mejor ser grande ni pequeño, sino saludable. No existe relación entre el tamaño y la fuerza de una congregación. A mí me interesa ayudar a las congregaciones para que lleguen a ser equilibradas y sanas. Si son saludables, el crecimiento ocurrirá naturalmente.

Por ejemplo, yo no necesito ordenarle a mis hijos que crezcan. Si yo proveo para ellos un ambiente saludable, el crecimiento será automático, y si no crecen, significa que hay alguna falla pues lo normal es que un organismo con vida crezca.

Pero los niños llegan a un punto donde dejan de crecer físicamente…

¡Exacto! Es por eso que comencé, hace unos veintisiete años, a cambiar los conceptos de crecimiento de la iglesia a salud de la iglesia; para la mayoría de las personas el crecimiento de la iglesia automáticamente se relaciona con cifras. Ese es solamente una clase de crecimiento que Dios desea para su pueblo.

A principios de los ochentas yo usaba la expresión «crecimiento de la iglesia» porque todo el mundo conocía el concepto. Alrededor de 1986, sin embargo, dejé de usar ese término porque había elementos que no me gustaban del movimiento de «iglecrecimiento».

¿Tales como…?

No me gustan las incesantes comparaciones entre iglesias. La Biblia dice que es necio compararse con otros. Si nos comparamos con alguno que le está yendo mejor que a uno, acabamos desanimándonos, y si nos encontramos haciendo un mejor trabajo que otro, nos volvemos vanidosos. Sea cual sea el resultado de estas comparaciones, estamos acabados.

Yo quiero un médico que me ayude a sanar, no uno que simplemente me señale mi enfermedad. ¡Un best seller sobre grupos pequeños fue escrito por una persona que jamás ha participado en una célula en su vida!

Si el crecimiento numérico no es un indicador confiable, ¿cómo podemos saber si la iglesia es saludable?

No es que no sea confiable, sino que es inadecuado. Hay cinco maneras de medir el crecimiento: una iglesia necesita crecer en calidez por medio de la comunión, en profundidad por medio del discipulado, en fuerza por medio de la adoración, en amplitud por medio del ministerio y en tamaño por medio de la evangelización.

No se juzga la fuerza de un ejército por la cantidad de soldados que se encuentran en las barracas sino por la cantidad de personas entrenadas y activas en las trincheras. Por esta razón, el porcentaje de miembros movilizados para las misiones y el ministerio es un indicador más confiable de salud que la cantidad de asistentes a los cultos. En ese sentido, una congregación que moviliza a 200 personas en una comunidad de 1.000 habitantes está siendo más eficaz que Saddleback.

Hace poco estuvimos con un pastor en una zona rural en Indiana cuya congregación alcanza 40% de los niños en edad escolar

¡Que tremendo! ¡Esa es una congregación altamente eficaz! Es más, en términos de porcentaje, están haciendo mucha mejor labor que nosotros. Es posible que una iglesia llegue al límite de su crecimiento numérico por cuestiones de su ubicación, pero puede seguir desarrollando su eficacia.

Otra señal de madurez es la habilidad de comenzar a tener bebés. Yo quiero ver, en aquellas congregaciones que han alcanzado su máximo potencial numérico, que se comiencen a reproducir plantando nuevas iglesias. Nosotros hemos entrado en la etapa de abuelos; es decir, tenemos congregaciones que han sido plantadas por congregaciones que fueron iniciadas por Saddleback. Esto es fabuloso, porque nosotros recibimos el crédito ¡pero no tenemos que ocuparnos de los pañales!

¿Cómo se desarrolla la salud en la iglesia?

La salud resulta del equilibrio y este se logra cuando hay una estrategia y una estructura para desarrollar cada uno de lo que yo considero los cinco propósitos del Nuevo Testamento para la iglesia: adoración, evangelización, comunión, discipulado y ministerio. Si la congregación no posee una estrategia y una estructura que deliberadamente mantenga ese equilibrio en cada una de estas áreas, la congregación acabará enfatizando lo que más apasiona al pastor.

Entre los evangélicos, tendemos a enfocarnos en una verdad a la vez. Vamos a un seminario y escuchamos: «La clave es la sensibilidad a la cultura». Asistimos a otro y nos dicen: «La clave son las células». «La clave es el discipulado». «La clave es la predicación expositiva». El hecho es que todos esos elementos son importantes, pero cuando una congregación enfatiza uno de esos elementos por encima de los demás, se produce un desequilibrio, es decir, falta la salud. Esa es la razón por la cual muchas iglesias no crecen.

¿Cómo se mantiene el equilibrio?

Cuatro hechos deben ocurrir: incorporar a las personas como miembros, edificarlas para la madurez, capacitarlas para el ministerio y enviarlas para realizar su misión. Usamos el diamante de la cancha de béisbol para ilustrar esta verdad.

En nuestra congregación, tenemos un sistema que incluye una tarjeta con la cual evaluamos el progreso de los miembros. Al igual que cuando uno visita un médico y él examina todos las signos vitales, la salud de la iglesia también es medible. Por ejemplo, yo puedo determinar cuántas personas se han añadido a los distintos ministerios este mes en relación con el mes pasado. Cómo logramos esos cuatro objetivos no es lo principal.

¿Acaso el estilo único de Saddleback no fue la razón por la cual crecieron tan rápidamente

La gente siempre se engancha con el estilo porque es lo que primeramente ven. Lo único que importa en el estilo es que sea apropiado para la gente que Dios nos ha llamado a ministrar. Nosotros hemos plantado veinticinco iglesias nuevas y le dimos al pastor de cada congregación libertad absoluta, en cuestiones de estilo de alabanza y los materiales que usaban.

Siempre y cuando un pastor esté llevando a las personas a Cristo, introduciéndolas en la comunión de su familia, edificándolos hacia la madurez, capacitándolos para el ministerio y enviándolas hacia la misión, yo estaré de acuerdo con la manera en que esté llevando adelante el ministerio

¿En los tiempos actuales, cómo se mantiene la salud en la iglesia cuando esta se llena de tanta gente enferma?

Ser saludable no significa ser perfecto. Mis hijos son sanos, pero no son perfectos. Mientras estemos en esta tierra, nunca existirá una iglesia perfecta, porque cada una está llena de paganos, cristianos carnales y creyentes inmaduros

Yo he leído libros que tratan sobre la importancia de cultivar la pureza en la iglesia, sin embargo, recuerdo las palabras de Cristo: «Dejen que el trigo y la cizaña crezcan juntos y un día me encargaré de separarlos.» No estamos en el negocio de la separación sino en el de la cosecha. Es verdad que la iglesia recibe a muchas personas enfermas porque la sociedad se está tornando cada vez más enfermiza. Pero Jesús mostró que ministrarle a los enfermos era más importante que mantener la pureza. Cuando uno pesca con redes grandes, atrapa todo tipo de pescados.

Es por esto que uno de los más grandes programas de nuestra iglesia está dedicado a la recuperación. Entre 500 y 600 personas, con las adicciones que a usted se le ocurran, asisten a nuestros encuentros de recuperación los viernes por la noche.

Además, una de las decisiones más importantes que tomamos en Saddleback fue la de no tener un centro de consejería, pues consideramos que si incorporábamos a nuestro equipo ministerial un terapeuta profesional, en muy poco tiempo esta persona estaría asfixiada de citas y no cubriría 99% de las necesidades de la congregación. Aún si tuviéramos cinco terapeutas profesionales a tiempo completo, no darían abasto para cubrir a todos los necesitados.

En lugar de esto, hemos capacitado a unos cincuenta laicos en la práctica de la consejería bíblica y elaborado una lista de profesionales a quienes podemos acudir cuando sea necesario.

¿En qué se diferencian las habilidades para producir crecimiento en la iglesia de las habilidades para que la iglesia experimente crecimiento saludable?

Puede que las habilidades no se diferencien mucho entre sí, pero para que una iglesia crezca en salud depende mucho del carácter personal del líder. Es posible que un pastor poco saludable lidere una iglesia que crece, pero se requiere de un pastor saludable para pastorear una congregación saludable. Uno no puede llevar a la congregación más allá de su propia salud espiritual.

¿Cuáles características indicarían que un pastor goza de buena salud?

La primera es la autenticidad. Eso quiere decir que uno conoce sus propias debilidades y está dispuesto a reconocerlas en público. Yo estoy convencido de que nuestro ministerio más eficaz fluye de nuestras debilidades, no de nuestras fuerzas. Uno puede impresionar a las personas a la distancia, pero influirlos, solamente se puede lograr si uno está cerca de ellas.

Cuando el pastor se ha propuesto influir a la gente, más vale que sea honesto, especialmente con respecto a sus propias debilidades

¿Por ejemplo?

La semana pasada, en nuestro retiro de hombres, hablé de cómo mi esposa y yo tuvimos que acudir a un terapeuta sexual. Algunas personas no podían creer que yo compartiera eso.

Mi esposa fue abusada de pequeña. Esto trajo toda clase de problemas a nuestra relación como matrimonio. La acompañé a un terapeuta pensando que el problema lo tenía ella, pero una vez que comenzamos a hablar, fui descubriendo que yo tenía algunas actitudes con las cuales se perpetuaba el problema

Yo comparto estas intimidades para que los demás entiendan que nosotros los pastores también tenemos nuestras luchas. Una característica relacionada con la autenticidad es la humildad. Es difícil hablar de cuán importante es esta virtud, pues uno no puede decirle a los demás: «¡lean mi libro acerca de cómo ser un pastor humilde!».

No es coincidencia que la palabra humildad provenga de la misma raíz que la palabra humor. Humildad no es negar los atributos que uno tiene sino ser honesto con sus debilidades. Yo me he rodeado de un equipo que me deja bien parado, porque ellos compensan mis debilidades, y gracias a ellos, hago lo que yo sé hacer y no hago lo que no sé hacer

Otra característica es la integridad. ¿Se puede ver en su vida que hay una coincidencia entre lo que usted dice que es importante y lo que usted en realidad hace?

Al igual que las iglesias, los pastores también requieren de equilibrio. «Bienaventurados los equilibrados, ¡pues ellos durarán más que cualquier otro!». Muchos pastores resplandecen por un momento y luego mueren.

Por último, un pastor saludable siempre está en el proceso de aprender. Yo leo —hojeo al menos— un libro por día. Donde quiera que vaya, leo revistas. En el momento que usted deje de crecer, su iglesia también dejará de crecer.

¿Qué debe sacrificarse para leer y aprender de continuo?

Mayormente, mirar televisión. Yo particularmente, leo temprano a la mañana y a última hora del día. He aprendido a buscar rápidamente los conceptos principales de un libro pues no todos los capítulos de un libro tienen valor para mí.

Tomado y adaptado de Leadership©, volumen XVIII, número 3, año 1987. Usado con permiso. Apuntes Pastorales, Volumen 21 – Número 3

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