miércoles, 12 de agosto de 2009

¡Un hombre en terapia!

Proveer consejería pastoral o matrimonial a varones requiere ciertas consideraciones de género previas. Es posible que antes de trabajar con el problema en cuestión se requiera orientar la consejería a entender y reparar el aspecto de la identidad del varón.

«Y Dios creó al hombre a su imagen y a imagen de Dios los creó; varón y hembra los creó.» Génesis 1.27


... y la sociedad los distorsionó

Cuando una persona, sin importar su sexo, solicita consejería pastoral es importante reconocer que debe ser tratada como criatura de Dios, en el sentido de afirmar el valor que tiene ante Él. Sin embargo, existen algunas particularidades de ambos sexos que deben ser consideradas, porque tanto el varón como la mujer socializan de maneras diferentes, lo cual ha influido en la formación de sus respectivas personalidades.

Las Escrituras afirman que el varón y mujer comparten algunas características comunes por haber sido creados a imagen y semejanza de Dios. Ambos son personas sociales, inteligentes, con capacidad de elegir, de crear, de hacer lo bueno. Por otro lado, nacer y crecer en una sociedad en una época determinada propicia que tanto el varón como la mujer adopten, por aprendizaje, una forma de vivir su sexualidad, es decir, lo que es ser masculino y ser femenino.

Estas características psico-sociales particulares de la feminidad y masculinidad deben considerarse en el curso de la consejería pastoral, pues conocerlas le provee al consejero sensibilidad frente a sus aconsejados masculinos. Es decir, las particularidades psicológicas y culturales del varón deben ser tomadas en cuenta sin dejar de considerar las características generales o comunes que comparte con la mujer.

Cuando un hombre llega a la terapia se encuentra en una posición de desventaja frente a la mujer, quien sí es consciente de sus emociones

Psicología social del varón

El varón se concibe a sí mismo y se comporta generalmente como una persona dominante, racional , agresiva y conquistadora. Por el contrario, en forma tradicional, la mujer se ha percibido y comportando como una persona sumisa, emocional e interesada en velar por los intereses de los demás. Estas características distintivas del varón propician que muchas veces se rehúse a participar en consejería pastoral y se sienta incómodo en las sesiones de terapia de pareja. Es más, en muchos casos el varón llega a participar en consejería pastoral y/o matrimonial no por propia elección sino por la presión de su esposa. Es común que el varón al llegar a consulta comente «que no sabe por qué resulta necesaria su participación, si para él todo está normal».

La postura desinteresada del varón de participar en terapia matrimonial responde a su formación desde pequeño. «El varón no llora», «el varón no pide ayuda», «el varón no juega con muñecas», todas estas sentencias han sido el mensaje que el varón latinoamericano ha recibido. Es un mensaje distorsionado que le impide entender su lado afectivo. Desde pequeño se le negó entender y explorar esta área de su vida, mucho menos expresarse. Por eso le resulta tan difícil que siendo adulto se le exija hablar de sus emociones y su mundo interior. Desde esta realidad, cuando él llega a la terapia se encuentra en una posición de desventaja frente a la mujer, quien sí es consciente de sus emociones. Entonces, es tarea del consejero iniciar, generalmente, un proceso psico educativo en el varón para ayudarlo a familiarizarse con su mundo interior.

Todo tiempo pasado fue mejor

América Latina ha estado marcada históricamente por sus sociedades agrícolas. En este tipo de sociedades el varón, la mujer y los hijos vivían en estrecha comunicación. Los hijos crecían cercanos a ambos padres, lo cual facilitaba que la identidad de los hijos varones se desarrollara apropiadamente por la presencia constante, física y emocional, del padre y de la madre. Sin embargo, la urbanización afirma la época industrial y posteriormente comercial, y exige que la madre se quede en casa y el padre se ausente por largas horas para involucrarse en trabajos no domésticos. En esta etapa los hijos varones, principalmente, crecen con ciertos sentimientos de inseguridad y con ciertos vacíos emocionales causados por la ausencia del padre.

El padre, como es forzado a quedarse fuera de casa más tiempo, se vuelve menos comunicativo, más encerrado en sí mismo, y así, poco a poco va perdiendo contacto con sus propios sentimientos y con los de sus hijos.

Los hijos a su vez crecen con un vacío relacional parental, lo cual provoca que por producto de la inseguridad que sienten se encubran tras posiciones machistas para evitar enfrentar el dolor psíquico que se siente al no poder acceder, emocional y físicamente, al padre del mismo sexo.

Esta pérdida provoca que inconscientemente el niño se obligue a sí mismo a asumir, mientras crece, una identidad distorsionada de lo que significa ser varón. Se identifica como una persona fuerte, no emocional, y que reprime sus sentimientos de sentirse inadecuado.

A su vez, el niño lucha en su interior con una tensión entre dos fuerzas, por un lado, el deseo de encontrar en su madre protección y cariño, y, por el otro, la carga de negarse esa experiencia, porque si se separa consigue afirmar la identidad de varón que la sociedad le impone.

Ejercite paciencia. Cuando el aconsejado tome la postura de negar sus emociones, recuerde que esta es un área que ha estado reprimida por mucho tiempo. Cómo proceder en la consulta pastoral y/o matrimonial

Modele para su aconsejado una identidad y un comportamiento varonil integrado. Esta es una de las tareas iniciales que se le requiere al consejero pastoral y/o matrimonial. Como se ha dicho, los varones necesitan un ejemplo sano y restaurado de lo que significa ser varón.

Establezca una alianza con el aconsejado desde el comienzo, porque su posición inicial puede ser de desconfianza hacia el consejero o hacia la utilidad de la consejería. Esta puede llegar a ser una tarea difícil, porque parte de la socialización del varón se basa en desconfiar en los demás, particularmente de otros varones, pues los percibe poco sinceros y como rivales. Si el consejero comparte una experiencia propia sobre lo difícil que le resultó entender su mundo interior y sentirse cómodo con él, podría ayudar a desarrollar cierta confianza en el aconsejado.

Ejercite paciencia. Cuando el aconsejado no se involucre o tome la postura de negar sus emociones, recuerde que esta es un área que ha estado reprimida por mucho tiempo y que por lo tanto no se debe esperar que hable sobre sus sentimientos al mismo nivel de su pareja. En principio, solicítele que hable sobre su trabajo, sobre cómo se gana la vida, y afirme este rol, de ser quien contribuye significativamente con la economía del hogar.

Explíquele las razones históricas por las cuales al varón se le dificulta hablar sobre sus emociones, o expresar sus sentimientos tanto en público como en privado. Coméntele cómo ahora el hombre moderno reconoce que es normal ser afectivo y reconoce su lado femenino que ha sido reprimido por el machismo. En esto, procesa sólo si está seguro de que se ha iniciado la formación de un vínculo de confianza adecuado, y observa progreso en la capacidad de entender e involucrarse en el desarrollo de la terapia.

Permítale a su aconsejado tomarse el tiempo necesario para atreverse a dialogar sobre sus sentimientos más íntimos y profundos o sobre su relación de pareja. No presione, a no ser que en algunos casos sea lo requerido o se haya acordado previamente la necesidad de una confrontación como parte de la estrategia terapéutica.

Modele para su aconsejado cómo podría enfrentar los conflictos de pareja. Use explicaciones y argumentos lógicos antes de dar el ejemplo sobre cómo negociar con la pareja u otros, en diferencias de opinión. Resalte cómo el encuentro con Dios obra cambios y restauraciones en nuestra personalidad. Invítelo a mirar el presente con esperanza sin fijarse o estancarse en el pasado.

Guíelo a ver el futuro como una oportunidad de cambio. Reoriente la conversación acerca del conflicto de pareja a revisar las bases con las que él ha construido su propia identidad y comportamiento de varón para alcanzar corregir ciertos aspectos en favor de sus hijos. Enfoque el diálogo sobre cómo podría mejorar su aporte en la formación de sus hijos si corrigiera ciertas actitudes en su relación con ellos. Estas reformas podrían ayudar a que los hijos construyan su propia identidad varonil en una forma más integral, en la que lo emocional y racional se conecten íntimamente. Resalte cómo un encuentro con Dios obra cambios y restauraciones en nuestra personalidad. Conclusión

Proveer consejería pastoral o matrimonial a varones requiere ciertas consideraciones de género previas. Es posible que antes de trabajar con el problema en cuestión se requiera orientar la consejería a entender y reparar el aspecto de la identidad del varón. Esta es un área muy sensible que él mantiene bajo un sistema de protección muy fuerte, y que por lo tanto despertará resistencias. Sin embargo, cuando el varón ha permitido la restauración de su identidad, como tal, estará en mejores condiciones para trabajar cualquier dificultad o preocupación que guarde sobre su persona, sus emociones, o su relación conyugal.

Las consideraciones a priori que se deben mantener en la consejería con varones es que ellos, así como las mujeres, al ser creación de Dios les urge establecer esta relación con el Padre para entender el propósito y las normas de su vida. En segundo lugar, las consideraciones particulares de los sexos, son importantes cuando se procura entender y ofrecer consejería pastoral o matrimonial a varones.

El autor es doctor en Psicología Clínica y Familiar, y coordinador de EIRENE-Internacional, Asociación Latinoamericana de Asesoramiento y Pastoral Familiar. En la actualidad vive en Quito, Ecuador. ©Copyright 2009, Apuntes Pastorales, todos los derechos reservados.

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