lunes, 7 de septiembre de 2009

A la sombra del Omnipotente

¿Qué puede modelarnos una vida entregada al servicio? Apuntes Pastorales conversó con esta misionera para aprender de su experiencia de servicio a la comunidad y al pueblo de Dios.

Virginia Bentson nació en EE.UU. en una familia cristiana y se convirtió a los once años. A los dieciséis sintió el llamado al trabajo misionero y, luego de casarse, llegó con su esposo a Argentina el 7 de enero de 1955. Apuntes Pastorales , conversó con ella.

AP - ¿Cuál era el propósito de su primer viaje a Argentina acompañada de su esposo Myron?

VB - La Alianza Cristiana y Misionera nos habían asignado para que colaboráramos con la tarea de formar obreros junto al equipo del Instituto Bíblico Buenos Aires (IBBA).

AP - ¿Cuáles fueron los desafíos más importantes en ese momento de su vida?

VB - En primer lugar nos habían pedido que viviéramos en el mismo edificio del IBBA. Llevábamos apenas cuatro años de casados. Nuestro primer hijo tenía dos años y medio cuando llegamos. Nuestro primer departamento carecía de cocina propia y para preparar nuestros alimentos teníamos que usar la cocina de los estudiantes. Esas condiciones complicaban un poco mis tareas domésticas. Como necesitaba usar la cocina del instituto, debía llegar bien temprano en la mañana para no incomodar a la persona que cocinaba para los estudiantes. Aprender el idioma también representaba un gran desafío para nosotros. De todas maneras, estábamos tan contentos de estar en el campo misionero que decidimos aceptar esas circunstancias como parte del precio que debíamos pagar por servirle.

Hoy, la gente percibe de manera muy distinta a la Iglesia evangélica, y además las congregaciones han crecido dramáticamente.

AP - ¿Cómo fue su experiencia con el Señor durante ese tiempo?

VB - Yo me veía obligada a buscar su ayuda para cada situación que enfrentábamos, especialmente en el aprendizaje del español. Vivir con todos los estudiantes y coordinar mis horarios con los del IBBA también representaba todo un desafío.

AP - ¿Qué cambios ha observado en la iglesia en estos cincuenta años?

VB - Uno de los llamados que habíamos recibido para llegar a Argentina era establecer nuevas congregaciones. Sufrimos mucha oposición en medio de ese trabajo. Con mi esposo íbamos de casa en casa, entregando invitaciones para las campañas en la carpa que había levantado Myron. Muchos vecinos se oponían. Algunos nos cerraban la puerta en la cara, mientras que otros tiraban piedras contra la carpa o cortaban los cables de la electricidad. Con todo, perseveramos, y el Señor nos permitió establecer cuatro congregaciones a lo largo de los años que trabajamos juntos. Hoy, la gente percibe de manera muy distinta a la Iglesia evangélica, y además las congregaciones han crecido dramáticamente. En aquellos años cada conversión era todo un acontecimiento, porque la gente que se entregaba a Cristo experimentaba mucha oposición cuando confesaba su fe. La decisión de bautizarse era mayúscula, pues significaba que rompía el vínculo con su familia y la Iglesia Católica.

AP - En esos primeros años ¿cuál era su aporte principal a la extensión del Reino?

VB - Yo dictaba algunas clases en el instituto bíblico, pero el grueso de mis responsabilidades era supervisar a los estudiantes residentes en sus becas de trabajo. También trabajaba en la cocina y ayudaba con la compra de comestibles. En la iglesia, acompañaba a mi esposo a visitar familias o personas en su casa. También ayudé a establecer y levantar una sociedad femenil que creció mucho.

AP - ¿Cómo lograba mantener el equilibrio entre las responsabilidades del hogar y las del ministerio?

VB - Cuando mis hijos eran pequeños simplemente no aceptaba invitaciones a otras congregaciones, pues quería enfocar la mayor parte de mi esfuerzo a mi hogar. Así que decidí invertir tiempo exclusivamente en el instituto y en la congregación que pastoreaba mi esposo, de manera que podía estar en casa cuando mis hijos llegaban del colegio, durante la cena o cuando compartíamos juntos un momento devocional.

AP - ¿En qué año falleció su primer esposo?

VB - En 1976. A Myron le faltaba poco para cumplir cincuenta años.

AP - ¿Cómo consiguió enfrentar esa situación?

Sentía que carecía de lo que ellos necesitaban, pero el Señor me dio sabiduría y fuerzas para acompañar a cada uno a medida que iban armando su propio proyecto de vida.

VB - Por supuesto no resultó fácil, pero yo sabía que no podía preguntarle al Señor «¿por qué?» Aunque no comprendía su propósito en esto, sabía que él es soberano y que todo lo hace bien. De alguna manera entendí que, si se había llevado a Myron, seguramente se debía a que él ya había terminado la tarea que se le había asignado. Al no dudar de su soberanía comencé a buscar la ayuda que necesitaba de él para salir de esa situación. Sabía que me iba a dar la fortaleza, la consolación, la fuerza y el ánimo para seguir adelante.

AP - En términos prácticos, ¿cómo vivió esas primeras semanas en las que, sorpresivamente, se encontró sin esposo?

VB - Bueno, ¡derramé muchas lagrimas! Muchas veces, sin embargo, busqué la forma de esconder mi dolor ante mis hijos y me refugiaba en mi dormitorio. Allí leía la Palabra y compartía mi tristeza con el Señor. El proceso no era fácil, porque yo era muy dependiente de Myron, que era un líder natural. Después de su partida, sin embargo, necesité aprender a depender enteramente del Señor. Encontrarme sola para aconsejar a mis hijos no fue fácil. Sentía que carecía de lo que ellos necesitaban, pero el Señor me dio sabiduría y fuerzas para acompañar a cada uno a medida que iban armando su propio proyecto de vida.

AP - ¿De qué manera la cubrió la comunidad con la que compartía su vida y ministerio?

VB – Me encontré en medio de una situación fuera de lo común, y es que, en aquel momento, ninguno de los misioneros con los que trabajábamos se encontraba a mi alcance. Aunque esto no suele ocurrir, todos habían tomado su año de licencia. De todas formas, sus cartas me animaron mucho. Los pastores nacionales y la gente de la iglesia también me rodearon con mucho amor.

AP - ¿En qué forma cambió este evento la imagen que ya se había formado de la persona de Dios?

VB - Para mí, ¡Dios es Dios! Creo que llegué a depender con todo mi corazón del Señor, como nunca antes lo había vivido. Solamente él me conoce; solamente él me puede guiar de acuerdo con su voluntad y propósito para mi vida. ¡Él es todo para mí!

AP - ¿Qué rumbo tomó su ministerio en ese momento?

VB - Mis hijos me preguntaron qué iba a hacer, y yo les respondí: «Me quedo en Argentina, porque a este país nos trajo el Señor junto con su padre. Yo quiero seguir sirviendo al Señor aquí». De esta manera, entonces, trabajé como secretaria en la oficina de administración del instituto, y también de asistente al director de la misión. También continué colaborando en la última iglesia que habíamos establecido con Myron, visitando a la gente, especialmente a las mujeres.

AP - ¿En qué momento trajo Dios a Keith, su segundo esposo, a su vida?

VB - Durante los siete años de mi viudez oré dos veces al Señor confesándole que me gustaría volver a casarme, si a él le complacía este deseo. Le pedí que pusiera en mi camino a un hombre de Dios con el que pudiera compartir mi vida. Cierto día llegó Keith, que también era viudo, a la oficina del instituto, y nos quedamos charlando largo rato. Me impactó el corazón pastoral que poseía. Como él vivía en el interior del país, no volví a verlo hasta seis meses más tarde. Me invitó a comer y la pasamos muy bien. Pero no quería ilusionarme. Hablamos de muchos temas diferentes, especialmente algunos que se relacionaban con el ministerio. Esa noche me habló y me confesó que el creía que yo podría ser una buena esposa para él. Subí a mi departamento, me arrodille y le pedí al Señor que me guiara. Sentía mucha paz y seguridad por la decisión que debía tomar. El día de su cumpleaños lo llamé por teléfono y le di mi respuesta. En enero de 1984 nos casamos.

AP - ¿Qué aprendió a la par de Keith?

VB - Tanto Keith como Myron eran hombres completamente dedicados a Dios. Keith me había advertido que si nos casábamos debía mantener siempre la valija lista. ¡Y así fue! Por su ministerio viajamos mucho, no solamente en Argentina, sino en Bolivia, en otros países de América del Sur, en los Estados Unidos y en Europa. ¡Tantas experiencias vividas! ¡Tantas bendiciones recibidas del Señor! Como nuestros hijos ya estaban grandes, nos quedaba mucho tiempo para conversar juntos, para disfrutar y reírnos de una diversidad de situaciones. Él me impactó porque era un hombre que siempre se mostró muy agradecido por todo lo que poseía y yo me sentía tan feliz y contenta de servirle, de acompañarle en todo lo que Dios estaba obrando por medio de él.

Aprendí mucho estando al lado de él. Él pastoreaba pastores y observé cómo se relacionaba con los pastores y líderes de las iglesias. Enseñaba con amor, respeto, comprensión y sabiduría de Dios. Nunca permitía que nadie lo situara en un pedestal. Su vida era un ejemplo de amor y humildad, con ella bendijo a muchos, incluyéndome a mí.

AP - ¿De qué manera vivió esta segunda experiencia de perder a un esposo? Isaías 60.1, me exhortó: «Levántate, resplandece, porque ha venido tu luz, y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti». Sentía como si una flecha hubiera penetrado mi corazón.

VB – Keith estaba muy enfermo, con cáncer. El Señor ya venía preparando mi corazón para la partida de él, por medio de distintos textos de la Palabra. Venían pastores para visitarle y querían orar por él, pero él les exhortaba: «No oren por mí; yo voy a ir con el Señor. Yo quiero orar por ustedes». Y llegó el día que el Señor se lo llevó. Pasó a la presencia de su amado Señor, a quien amó y sirvió con tanta dedicación. El Señor me dio otra promesa; la encontré en el Salmo 18.32: «Dios es el que me ciñe de poder y quien hace perfecto mi camino». Esto me permitió seguir adelante, confiada en que él sabría lo que debía hacer. Acepté nuevamente, como lo hice al fallecer mi primer esposo, que Dios es soberano y todas sus obras son perfectas. No me pregunté «¿por qué?», ni tampoco, «¿por qué a mí?» Tampoco lo puedo entender, pero solamente acepto que él es Dios y él persigue un propósito en cada uno de sus hechos.

Por supuesto, al perder a un ser querido uno sufre mucho. Yo lloré mucho porque lo extrañaba. El dolor de la ausencia es muy real, especialmente en el primer tiempo. Existen tantos motivos que provocan las lágrimas; el anillo de matrimonio, su ropa en el armario, la mesa dispuesta pero, sin pensarlo, para dos, la obligación de tomar tantas decisiones nuevas, pequeñas y grandes, que afectarían mi futuro. Estoy agradecida por el consejo que alguien me dio, que me recomendó no tomar decisiones importantes en el primer año; considero que esto fue sabio.

Aún así, reconocí que no debía sentir lástima de mí misma, porque Dios es poderoso y de él viene mi fortaleza. Él es mi refugio. Poco tiempo después leí Isaías 60.1, que me exhortó: «Levántate, resplandece, porque ha venido tu luz, y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti». Sentía como si una flecha hubiera penetrado mi corazón, y me pregunté: «¿Este versículo es para mí?» Decidí creer que sí, que Dios me levantaría y su luz brillaría sobre mí.

AP - ¿Que secretos ha aprendido acerca del arte de ser esposa?

VB - Para mí el mayor desafío en mi rol de esposa es respetar a mi esposo, amarlo con todo mi corazón. El respeto mutuo es importante, por supuesto, pero para mí es trascendente que él sea la cabeza del hogar. Cuando respeto sus decisiones, aun cuando no estoy de acuerdo con ellas, mi tarea como esposa se vuelve más sencilla y gozosa.

AP - ¿Cuál característica del Señor la impacta más?

VB - Siento que su presencia es muy real. En todo momento puedo clamar, recibir su Palabra, sentir que él está guiando mi vida y que está conmigo.

AP - ¿Qué desafío le plantearía a líderes más jóvenes?

VB - Que cuiden su propia relación con el Señor y la que sostienen con sus colegas. Es más importante entender lo que Dios quiere cambiar en nosotros que aquello que nosotros queremos cambiar en otros. A la vez, es importante vivir con los pies plantados en este mundo, pues un buen ministro debe conocer bien las necesidades del pueblo al que intenta ayudar.

AP - ¿Cuál es su ministerio actual?

VB - En este tiempo, cuando me solicitan que hable a un grupo de mujeres, acepto. En agosto enseñaré en un retiro anual de esposas de pastores de la comunidad cristiana. Después estaré en Río Negro. De distintas partes del país me han llamado. Estoy agradecida con el Señor de que, a pesar de los años, de alguna manera todavía puedo seguir sirviéndole. También sigo en contacto con muchas de las personas con las que trabajó mi esposo. Procuro animarles en el ministerio. Me encanta, especialmente, estar con las mujeres. Me gusta darles consejos, hablar de sus matrimonios y la relación que sostienen con el Señor.

Sobre la entrevistada:

Virginia Bentson
nació en EE.UU. en una familia cristiana y se convirtió a los once años. A los dieciséis sintió el llamado al trabajo misionero y, luego de casarse, llegó con su esposo a Argentina el 7 de enero de 1955.

Su primer esposo falleció repentinamente a los cuarenta y nueve años de edad, por lo que se vio obligada a afrontar sola la crianza de sus hijos. Luego de ocho años de viudez volvió a casarse con otro misionero, también viudo.

Su segundo esposo falleció en 2005. En la actualidad continúa viviendo en su país adoptivo, en donde sirve al Señor donde quiera que se abren puertas para dar su aporte a la extensión del Reino. Es madre de cuatro hijos propios, y cuatro que adoptó de su segundo esposo, abuela de veintidós nietos y bisabuela de tres bisnietos. Recientemente recibió de la Asociación Cristiana de Iglesias Evangélicas una placa en reconocimiento a su aporte al bien común a lo largo de más de cincuenta años de ministerio.

©Apuntes Pastorales XXV-4, todos los derechos reservados.

No hay comentarios: