lunes, 8 de junio de 2009

Cuatro preguntas II

Cuatro preguntas II

Todos somos diferentes, tenemos un llamado y unción especial. Para lograr la unidad del cuerpo de Cristo debemos respetarnos e integrarnos como hijos del mismo Padre.

Gracias a Dios somos distintos y en esa diversidad podemos construir la unidad. Al respecto hay cuatro preguntas sobre cómo buscar la integración: ¿cuándo entenderemos que somos distintos?, ¿cuándo entenderemos que tenemos distintas capacidades?, ¿cuándo entenderemos que nuestra congregación es sólo una parte de todo lo que Dios está haciendo? Recuerda que Su iglesia es universal, regional, local y personal. Él está edificando y somos parte de ese crecimiento. Entendamos que otras congregaciones también están siendo utilizadas.

La cuarta pregunta es muy importante: ¿cuándo tendremos la seguridad personal para saber quienes somos y dejar de compararnos el uno con el otro? El Espíritu Santo debe darnos la gracia de descubrir y comprender nuestra propia identidad. Un líder inseguro de su identidad es peligroso. Puede ser un dictador o un insípido que nunca confronta a nadie. La única forma de lograr balance es saber quién eres. Si tienes que reclamar tu autoridad es porque ya la perdiste.

2da. Carta a los Corintios dice: “Porque no nos atrevemos a contarnos ni a compararnos, con algunos que se alaban a sí mismos, pero ellos, midiéndose a sí mismos por sí mismos y comparándose consigo mismos, no son juiciosos”.

Es falta de sabiduría compararnos entre nosotros. Cuando Dios te ilumine con la verdad de quién eres predicarás tan bien como sabes hacerlo. Ese día será de libertad y gloria.Dios no ha hecho distintos y debes comprenderlo. La multiforme gracia nos usa de forma muy particular. Se tú mismo, deja de intentar ser otro.
El Señor no quiere que seamos uniformes, quiere que tengamos unidad y debemos luchar por ella aunque cuesta sudor, lágrimas y humillaciones. Para promover la convivencia en unidad podemos practicar seis principios básicos:

Primero: respeta el hecho de que somos diferentes. Es necesaria la tolerancias a las diversas formas de vivir en Cristo. Efesios lo dice: “soportándoos los unos a los otros”. Es fácil amar a las personas agradables, pero es difícil amar a las personas difíciles. Si abrazas un espíritu de respeto lo lograrás. Benito Juárez dijo “El respeto al derechos ajeno es la paz”. Trata a todos por igual, con simpatía y deferencia.

Segundo: evita el juicio y señalamiento. No sembremos algo que no queremos cosechar. Si no te parece que Dios use a una persona ten por seguro que hay alguien que no le agrada que te use a ti. El que murmura de su hermano juzga la ley y nadie tiene derecho a hacerlo. No somos nadie para emitir juicios.

Tercero: bendice con tu boca y con tus acciones. Quien ofrece bendición nunca pierde, siempre gana. Defínete como instrumento de vida, consuelo y misericordia. Que ninguna palabra corrupta salga de tu boca.

Cuarto: no reciba el mal reporte y el chisme. Sin tanta habladuría y murmuraciones habría más unidad en el cuerpo de Cristo.

Quinto: alégrate cuando la gente conoce a Cristo sin importar dónde lo conocieron. Busca avivamiento aunque no sea a través de tu iglesia. Lo grande es que las almas sean ganadas para el Señor. Cuando una vida se entrega al Dios debe haber fiesta en el cielo y en tu corazón.

Sexto: conózcanse como amigos. Romanos 12: 10 dice: Amaos los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros. Genuinamente puedes tener la gracia de amar a tu hermano aunque sea de otra congregación. El amor fraternal debe prevalecer entre los cristianos.

A través de nuestras acciones estropeamos el trabajo del Espíritu Santo. Él quiere que el mundo crea y conozca al Señor pero con nuestras actitudes, juicios y murmuraciones lo complicamos todo. Ama a tus hermanos, promueve e invierte en la unidad del cuerpo de Cristo porque formas parte de Él.

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