lunes, 8 de febrero de 2010

¿Qué es el viento?


Pensamientos; por Victoria Aguilar. 

¿Qué es el viento? ¿Cómo podemos representarlo? Ninguna de 244.000 imágenes que aparecen en Google cuando tecleamos “viento- buscar imágenes” lo puede representar. Algunas ilustraciones son conocidas, como el cartel anunciador de la película “Lo que el viento se llevó” o la portada de la novela de Zafón “La sombra del viento”. Sin embargo, ninguna imagen, ninguna ilustración nos sirve para hacernos una idea de lo que es el viento. Ninguna lo pinta. Ninguna lo puede definir. 

¿Qué es el viento? No podemos verlo. Nadie lo ha representado. Sólo apreciamos sus efectos: lo sentimos. Olemos los elementos que arrastra. Lo oímos cuando pasa a nuestro lado. Nuestro tacto lo identifica con facilidad. Nos hace estremecer. Cada poro de nuestra piel nos transmite su presencia. Se comunica con nosotros invadiendo nuestro espacio. Una y otra vez se manifiesta sin que veamos su rostro. Nos transmite olores, sonidos, sensaciones, emociones mil, pero no nos deja verlo cara a cara. 

El viento sopla. Puede ser sotavento, viento huracanado, suave brisa, levante sofocante, cierzo helado, viento recio, pero siempre sopla. Nunca cesa. Si parara, dejaría de ser. Tiene la fuerza de soliviantar las aguas del mar. Destruye todo a su paso en un alarde de demostración de poder. Sopla y nadie puede pararlo, nadie lo controla. Lo utilizamos. Creamos energía a través de él, pero no podemos someterlo. Cuando sopla arrastra a las aves tras él. Sopla y los veleros surcan las aguas de los mares. Sopla y hace las delicias de los surfistas. Sopla y refresca nuestras noches calurosas. A veces, de noche, se entrelaza en una danza romántica con las olas del mar llegando a lo más profundo de nuestro corazón. Trae sosiego y temor. Crea y destruye. Ruge y troncha los árboles al pasar. Sopla y alivia. Sopla y mata. 

Un fuerte viento asustó tanto a los discípulos que pensaban que perecían, pero Jesús lo reprendió “y se hizo bonanza”. En otra ocasión, cuando Pedro intentó imitar a Jesús y andar sobre las aguas, tuvo miedo por el fuerte viento. 

Decía el evangelista Juan que el viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu (Juan 3,8). Lo que no siempre sabemos es que en hebreo las dos palabras –viento y espíritu- tienen la misma forma: rih. Son dos conceptos bien definidos, pero comparten el mismo sonido y la misma grafía. El viento es espíritu. El espíritu viento. Sopla de donde quiere. No puedes negar su existencia porque lo oyes. Es real, pero no puedes verlo. Así es el espíritu. 

Dios es espíritu, no sabes de dónde viene ni a dónde va. Tan sólo percibes el efecto en todo lo que nos rodea. Es real en nuestras vidas. Dios crea el viento, como dice el profeta Amós. Su espíritu nos creó a nosotros, a su imagen y semejanza, capaces de crear, capaces de formar… con nuestro aliento (viento) palabras, pensamientos, ideas. Nuestro espíritu y nuestro aliento se unen en nuestra voz, que sopla, da vida y la quita, crea y destruye. Nuestra voz tiene la capacidad de ser suave y también puede rugir como un trueno. El viento-espíritu de Dios sopló y se hizo la vida. El viento-espíritu del hombre sopla y se pone de manifiesto que ahí está un hijo de Adán, una hija de Eva. 

El espíritu es lo último que exhalamos en esta vida. El viento deja nuestro cuerpo con un estertor de muerte. El viento anuncia un nacimiento acompañando el llanto del niño. 
Viento-espíritu de Dios, envuélvenos, llénanos, refréscanos, una vez más.


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