martes, 7 de julio de 2009

Solamente administradores
El líder maduro va a buscar siempre lo que más le conviene a su gente, aun cuando esto le quite «prestigio» a su propio ministerio.

Texto Bíblico base: Juan 3.26-27

Hacía 400 años que no se había visto en Israel un profeta con un mensaje como el de Juan el Bautista. Su aparición, a orillas del río Jordán, rápidamente atrajo a personas de toda la región. Con el pasar de los días y las semanas, grandes multitudes acompañaban al profeta.

Todo esto cambió cuando apareció el Mesías. Con su llegada, había concluido la misión del Bautista, y al poco tiempo las multitudes acompañaban a Aquel que había sido bautizado por el profeta. Los más leales seguidores de Juan veían con tristeza como la gente lo abandonaba y se le acercaron para instarlo a tomar cartas en el asunto. Detrás del reclamo de los discípulos de Juan está la convicción implícita de que Jesús se estaba robando la gente que el profeta había ganado con su propia predicación.

En la respuesta de Juan vemos una de las razones por las cuales Cristo elogió tan profundamente su vida. Juan entendía que uno persona no se «gana» las cosas por sus propios méritos, ni tampoco con sus esfuerzos. Todo lo que recibió vino del Padre, cuyo corazón es uno de inmensa misericordia. Las multitudes le fueron prestadas por un tiempo, pero que en cualquier momento el Padre podía quitárselos porque no eran, en definitivas, del profeta sino de Dios. Por esta razón no opuso resistencia, ni tampoco se llenó de amargura cuando la gente empezó a congregarse alrededor del Cristo.

Muchas veces, como pastores, actuamos como si las vidas de las personas nos pertenecieran. Nos tomamos el atributo de poder imponerles nuestros planes y gustos, y decidimos sobre ellos como si fuéramos sus amos. La gente, sin embargo, se resiste a este tipo de trato y bien pronto demostrarán su insatisfacción.

Cuán diferente era la actitud de Juan. Lejos de amargarse, el profeta actuó con el desprendimiento y la generosidad de quien tiene los mejores intereses para los demás en su corazón. ¡Cómo oponerse a la fuga de las personas, si les convenía mil veces estar cerca de Cristo y no de él!

El líder maduro va a buscar siempre lo que más le conviene a su gente, aun cuando esto le quite «prestigio» a su propio ministerio. Tendrá siempre presente que, así como los hijos le son confiados a los padres por unos años, también su gente le ha sido prestada por un tiempo . Tienen libertad para moverse y actuar conforme a lo que entienden que es la voluntad de Dios para sus propias vidas. Aun cuando se equivoquen, el líder respetará esa libertad que Dios también le ha otorgado a él mismo.

Para pensar:
¿Cómo actúa usted cuando le da sugerencias a la gente que pastorea? ¿Qué reacciones tiene cuando ellos rechazan sus consejos, o escogen un camino diferente al señalado? ¿Qué evidencias hay de que su gente tiene plena libertad para decidir como quiera? ¿De qué recursos puede valerse usted para cultivar más esta libertad en ellos?

Autor: Christopher Shaw. Producido y editado por Desarrollo Cristiano Internacional para DesarrolloCristiano.com. Copyright ©2008 por Desarrollo Cristiano, todos los derechos reservados.


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